viernes, 19 de febrero de 2010

La Patagonia

Según me cuentan los que lo conocieron, era un señor que no creía en las señales ni en el destino. Era analfabeto pero eso no lo condicionaba para ir por la vida buscando su espacio, probando distintos trabajos y arriesgándolo todo por ganar algo, sin darse cuenta que tenía la gloria en frente de sus narices.
Vivía en una precaria casa sin carteles que señalizaran el nombre de la misma. Pero ocurrió que un día, por problemas cloacales tuvo que averiguar el nombre de la misma y la viejecita de al lado le dijo “la calle se llama Patagonia”…Ese fue el primer indicio pero él sólo utilizó la información para aquel trámite.

Luego de dos días, en medio de la noche se despertó agitado porque soñaba con estar atravesando la Patagonia, se sintió aliviado al notar que sólo era un sueño pero a la vez excitado. Después de esto no quiso pensar más y siguió viviendo el día a día.

Cuando quiso conseguir un nuevo trabajo le solicitaron una fotocopia del DNI, documento que él mismo decía que no le servía para nada y por eso estaba guardado en el fondo del baúl. Al realizar la inscripción la señorita que lo atendió leyó en voz alta su nombre completo “Antonio Patagonia Suarez” al oír su nombre el señor se quedó silente pensando en esa nueva coincidencia sin sospechar que detrás de todo eso estaba el destino enviándole señales.

El tiempo transcurrió y en el barrio se hizo una fiesta, iban a traer unos aparatos que mostrarían imágenes de distintos lugares de la Argentina. Y allí fue cuando el niño que se sentó a su lado al ver imágenes de la Patagonia le dijo impetuosamente “mirá mirá qué linda que es” y ya no tuvo más dudas. Mudo, sin palabras que decirle aquel niño inquieto, su pensamiento ya incluía la posibilidad de poder viajar hacia el sur.….ese sur lejano y abstracto hasta entonces, pero que empezaba a cobrar forma, espacio y hasta un nombre.

Juntó unos pesos y tomó el tren….era largo el viaje pero podría ver el inmenso mundo tan diferente al que sus ojos estaban acostumbrados hasta ese día. El tren se fue acercando lentamente hasta la última estación…..llegó a la punta de riel. “Fin del viaje” se dijo aquel señor, y se quedó buscando trabajo y un hogar donde vivir. Dicho señor era mi abuelo y en esa tierra fue muy feliz porque encontró el amor y proliferó dando a la vida seis hijos. Del primero provengo yo, quien se llamaba José. Mi papá siendo mayor se fue a la capital de la república, a Buenos Aires, porque su destino estaba allá….donde diez años más tarde nací yo.

Hoy regreso al mundo de mi abuelo porque yo también tuve señales, porque está impregnado en mi nombre “José Patagonia”, porque después de investigar de saber sobre esta historia a través de relatos orales, comprendí que el sur era mi espacio, mi paraíso y que mi lugar se llamaba Puerto Deseado. Aquí estoy desde hace no más de tres años…..Mi abuelo me dejó la enseñanza, “ver las señales de aquello que titila para ir en su búsqueda….el sur me llamaba y soy feliz”.

“José Patagonia”

1 comentario:

  1. Ahora entiendo tu pasión por Suarez y las colonias. Lo mejor de encontrar un lugar es descubrirlo y a partir de ahi tomarse el tiempo para que cuando vayamos podamos llevar lo mejor de uno y los simientos de nuestra nueva vida. Te quiero mucho!

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